Ronaldinho Gaucho

5/02/2008

Ronaldinho olvida su lesión bailando al ritmo del "Más que nada"

Ronaldinho baila, baila y baila. Son las 5.15 de la madrugada en Castelldefels y el futbolista está lejos de dar por acabada su noche de fiesta. A unos 1.400 kilómetros su equipo duerme: al día siguiente deben enfrentarse al Manchester United, el partido que terminó con derrota y puso fin al proyecto que él lideró un día. A esa hora de la madrugada el crack ya se despojó de su camisa blanca, y baila "reggaeton" con bellas mujeres en la discoteca Sandunguita.

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Siete horas antes, es lunes 28 de abril, Ronaldinho cena con seis amigos en el Casanova Beach Club, restaurante y pub del paseo marítimo. En el interior sólo hay una mesa ocupada, además de la del futbolista, que disfruta de un rodizio brasileño de carne. De postre, un suculento buffet de tartas.

El rodizio sustituye esta vez a la habitual pasta y pizza del cercano Casanova, restaurante propiedad también del italiano Mimo, amigo y protector del brasileño. Allí lo que más destaca es "el rincón del crack", una esquina en la que se sientan Ronaldinho y compañía para degustar spaghetti carbonara y entrecot y beber clara y vino.

Si por algo destaca el "rincón" es por su mural. En él aparece pintada la figura del delantero vestido de azulgrana, con los brazos extendidos en cruz sobre la ciudad de Barcelona, a modo de Cristo del Corcovado en Río de Janeiro. Un Cristo redentor que parece haber perdido su aura. "Es siempre muy atento con los clientes que se acercan, sobre todo con los niños", comentan empleados del local. Ronaldinho firma cuantas camisetas azulgrana haga falta. Un padre y su hija, con la segunda del equipo, entran al restaurante y el jugador atiende a la niña con una sonrisa.

El delantero y compañía llegan al "Sandunguita" a la 1.15. Han dejado el Hummer en casa y se mueven en dos Range Rover. Todos lo esperan. Reparte besos y abrazos. Sobre todo, besos. Todos lo conocen, y los que no, buscan conocerlo. Pide cerveza, y todos los presentes, muchos brasileños, posan su mirada en su figura alta, musculosa, con cinta oscura en el pelo, camisa y camiseta interior de tirantes blancas, vaqueros y zapatillas.

A las 2.00 sus amigos afinan voces e instrumentos. Ronaldinho canta, toca los timbales y la pandereta y baila sin parar. Invita a cervezas. Hasta media en una pelea. No quiere que nadie le arruine la "noite mais linda". Baila sin rastro de la lesión de adductor que le impide dormir a esa hora junto a sus compañeros en Manchester. Sobre la pista tiene buen movimiento de cadera y de cintura, algo que bien recuerdan muchos defensas

. A las 4.00 suena el célebre "Más que nada", se acaba la música brasileña y empieza otra vez el "reggaeton". La noche sigue. Es tiempo de quitarse la camisa. Con su camiseta de tirantes blanca, el brasileño, rodeado de bellas mujeres, demuestra todo su arte como bailarín. "Cierra a las cinco", dicen. Pero pasada esa hora la discoteca sigue abierta y Ronaldinho, bien acompañado, muestra la sonrisa que hace tiempo no enseña en los campos.